Si ayer las redes sociales bullían con la campaña que Samsung está llevando a cabo en la estación de Sol en Madrid, hoy directamente han ardido con la nueva campaña de la firma Loewe.

Los responsables de la marca de lujo por antonomasia en España parece que han querido cambiar el target de su producto, tratando de acercarla a un público más joven y potenciando su asociación con España. Por eso han lanzado la campaña «Loewe Oro Collection 2012», que según han indicado desde la marca está inspirada en el Madrid de los años 70 y 80, y reúne para ello a doce jóvenes artistas, entre los que hay ilustradores, fotógrafos, músicos y actores.

Después de un lanzamiento por parte de una marca siempre se está esperando ansiosamente el feedback, ¿habremos acertado con el planteamiento inicial? ¿el público objetivo entenderá el mensaje que se quiere transmitir? etc. En este caso el feedback parece que no ha sido muy positivo que digamos, puesto que aunque seguramente la intención de la marca era conseguir notoriedad, no creemos que esta campaña vaya a mejorar mucho la imagen que de Loewe se tenía en España sino más bien lo contrario.

Es evidente que el error viene desde el mismo planteamiento de la idea, puesto que el trabajo realizado por el equipo del fotógrafo Daniel Riera, bajo la dirección artística de Luis Venegas, es bueno. Venegas se ha mostrado un poco estupefacto en cuanto a la reacción del público, y pese a sus declaraciones en el diario El Mundo donde ha dicho,«No entiendo bien la reacción, porque algunos lo califican de pijo y otros de ‘choni’. No entiendo el detonante. El ‘spot’ parece que ha polarizado a la gente en dos opiniones, las dos españas», parece claro que la opinión mayoritaria es de rechazo al spot.

Seguramente que esta campaña pasará a engrosar la lista de campañas fallidas que se ponen de ejemplo en las universidades y será un buen caso de estudio.

Lo mejor del spot sin duda es cerrar los ojos y escuchar la música, se trata de «La danza del sable» del compositor georgiano Aram Kachatourian. Esta pieza la utilizó Billy Wilder en su obra maestra «1,2,3», la particular visión de la guerra fría del maestro de la alta comedia.

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